Esas «pequeñas trabajadoras» que, a pesar de ser los patitos feos de la época, han dejado huella. Algunos opinan que sus diseños no fueron los mejores ni los más bellos, pero cumplieron de sobra con su función de transporte.
Para nosotros nuestra pequeña cirilla nos encanta, y por eso queríamos compartir con vosotros una fotografía de cómo luce cada vez que sale de nuestra quesería recorriendo el Valle de Camaleño.
Seguro que a muchos de vosotros os traerá un montón de recuerdos; de cuando estuvieron antes o después presentes en nuestro entorno, en la esquina de casa, en la tienda del pueblo o por la carretera formando cola.